Cuando le miro escudriño en su mirada
los sentimientos que reflejan sus pupilas
y con tristeza descubro algo sombrío
porque sus ojos ya no me dicen nada.
Cuando le estrecho escudriño en ese intento
que hable su abrazo de lo que guarda en su entraña
y a su contacto insensible el frío me envuelve,
tiembla mi cuerpo como ave en la helada.
Cuando le busco no sé si está presente,
aquí le veo, aunque alejada está su mente,
y me pregunto qué cosa es lo que siente,
porqué de pronto ese actuar tan negligente.
Cuando le hablo no sé qué está pensando,
escucha, mas no comprendo su semblante,
quiero entender esa ausencia tan punzante,
y esa distancia como si en desvarío.
Cuando en su sueño percibo desasosiego,
y en sobresaltos escucho leves gemidos,
me sobrecoge el temor, la incertidumbre
de que el día llegue en que no vuelva ya conmigo.
“Por favor, ten el valor ya de expresarte!
No sé qué de ti debo esperar,
tan solo sé que debo terminar
con esta agostante incertidumbre”.