juan maria

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Pálida de silencio

rígida como un pétalo de coral

ausente del picaflor

y de los olores del estío

muerta como una diosa muerta.


Mis ruegos por un milagro

no tengo a quien enviarlos

y las suplicas se elevan

como el rezo desesperado

de un hereje enamorado.


Están ciegos sus ojos

y su piel encantada

es de porcelana

como la de una bella soberana.

Es una estatua de cristal

imponente

como una diosa romana

distante como una vestal.


Le doy mi aliento

para que respire

mis oraciones le ofrezco

aunque no soy creyente

y la sangre de mis venas

se la cambio por un beso.

Y le entrego mis ojos

para que me vuelva a mirar.


Su corazón se niega a morir

y yo me aferro a sus entrañas

para no dejarla partir.

Un pájaro misterioso

le da una chispa a sus ojos.

¿Acaso existen los milagros

inescrutables

de los cristos improbables?.


Vendo mi alma a lo eterno

si es milagro del Edén

y lo acepto siéndolo

del propio averno

negando al cielo con desden.

El milagro me sonríe

la magia se produjo.

Ella ya me mira

y esta viva su alegría

ya anhelo la caricia venturosa

de sus manos de jazmín.


Ahora su piel palpita brillante

como una patena de oro fino

y esta ansiosa del beso

de saliva y de fervor.


En el aire viaja la paloma

de los suspiros

y se abren sus labios

en palabras de abejas

y en dulzura de flor.

Ya no está inundada

de mis lagrimas

ni cubierta de crisantemos

ni de claveles ni de violetas.


Giran como molinos extraños

los milagros incongruentes.

A veces se duerme sin soñare

y también se sueña sin dormir.

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