Los días, como una densa neblina
Se aferran delante de mis ojos,
Y no llego a doblar la esquina
Que se convierte en la felicidad de los otros…
Se empañan mi vista y el alma
Como ventanillas levantadas, el encierro,
Adrenalina que fluye detrás de la calma,
Las razones que me llevan al entierro.
Extrañarte… ojala fuera solo eso,
Los minutos traicioneros de melancolía,
Los versos que me han dejado preso
La vigilia eterna de esperar tu compañía…
La lluvia como manantial sin medida
Los densos bosques de lo cotidiano,
Las paredes internas en ruinas,
El sabor tan amargo del destino.
Ya no habrá máquina del tiempo
Que cure cada una de las heridas,
Que a cada paso se convierta en manto
Los besos desparramados como migas…
Extrañarte… solo extrañarte
Esa sensación que atraviesa el corazón
Recorriendo junto a la razón de amarte
El último suspiro de la pasión.
Así como duele la muerte
Apoderándose en vida,
Duele no poder recorrerte
Con los besos de una despedida…
Que sería un acto de justicia
Elevándome a lo más alto
De la bendición tan divina,
Llenándome del más bello manto.
Extrañarte… ojala fuera solo eso,
La espera se hace interminable,
Los labios cubiertos de yeso
Mis días eternos solos para regalarte.
El instante propicio en que tu corazón
Me abraza con tanta fuerza,
Destruyendo toda sensación y con razón
No hay mal que hoy resista tu visita…
Y así se consume la despedida tan soñada
Los besos sacudiendo aquel baño diario,
Se funden sobre tus brazos la mirada
Y el sueño, de este amor eterno.
Christian A. C. Vázquez