Has venido a través de las auroras,
y a través de los valles has venido,
ni río, bosque, o mar te ha detenido,
tú, que al pasar, cada rosal desfloras.
Deténgase la rueda de las horas
en tu reloj y el mío; en mí sumido,
hazme olvidar mi nombre y apellido,
y sólo recordar que me enamoras.
Para ir a ti desarrollé mis alas,
pero viniste a mí, y en mí te instalas,
irreprimible soy a tu reclamo.
Por ti me olvidaré de todo, en ti, mi destino;
si no soy más que un alto en tu camino,
recuerda que yo te amo.
Algún día te irás, más no del todo;
te irás como se aleja el peregrino,
perdiéndose su sombra en el recodo,
pero quedando intacto su camino.
Tus huellas, impresas en el lodo,
y ambos nombres grabados en el pino
te irás como una lágrima furtiva,
que no por irse deja de estar viva.