Confieso que fue esa noche
mientras la luna reía...
con estrellas a derroche
y tu reflejo en la orilla...
El lago estaba desierto,
los sauces ya no lloraban,
hasta escuché que cantaban
y bailaban con el viento.
Confieso que en un momento
tuve un caprichoso antojo
de darte un beso en la frente,
pero cerraste los ojos
y la pasión fue un tormento...
¡que se instaló para siempre!