Cuando en las noches mientras sueño,
me pierdo en laberintos de tu ayer.
En ellos no logro encontrar tu piel,
solo paredes de tu olvido.
Ellas dejan un gran vacío,
muy marcado en mi interior,
es similar a la ausencia de tu voz,
con ese tan amargo sabor muy característico de tu silencio.
En el vacío me encuentro con tu recuerdo,
es entonces cuando el dolor me quema por dentro,
y el pasado de nuevo me atormenta.
Me grita mentiras tan ciertas,
me golpea con plumas de plata.
Hasta que por una extraña razón,
salgo de un salto del vacío,
dejo a tu recuerdo en el olvido,
y escapo corriendo del laberinto.
Te encuentro parada en la salida,
me das el beso de despedida,
y despierto, entorpecido por mi largo sueño.
Pero no hay consuelo para ésta cruel realidad.
Pues otra vez el sol ha salido,
y solo me queda llorar,
al descubrir que me desperté una vez más,
y con ésta ya será otra mañana que no te tengo,
que no te observo, que no te siento.
Otra mañana, conformándome con tu recuerdo.