Dulce amargura,
tristeza adormecida.
El miedo al arrojar los dados
y entregarme al destino.
Sumergiré mis miedos
en el mar de estos lamentos,
y que se vayan a la mierda
pues aquí no conviviremos.
Puedo arrancarme la piel si quisiera
y mostrarte cual roja es esta sangre,
y cuanto calor falta a este cuerpo
que pide ansioso el tuyo un instante.
He de tener más cuidado,
al mirarte fijamente a los ojos,
porque mi reflejo es negro,
y mi sonrisa… olvido.
Lemos Maximiliano Daniel.
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