En el silencio pleno de la noche
que abre sus irisados pétalos
sobre mis desnudos hombros,
es cuando más te escucho amor.
Nace en tus sellados labios
una sentencia irrefutable
presumiendo respuestas que no son
y en tus manos ya se durmió
la hora de las primeras violetas de invierno
esas que nunca alcanzarán mis sentidos,
tus ojos ya no ven albor de jazminero
al fondo de mi patio.
El sol es una moneda gastada
rodando hasta los brazos de la luna
huyendo de los días vividos.
Sé muy bien que la ausencia de luz
también es necesaria…y ahora
vago por esta cuidad deshabitada
al centro del pecho.
¿Recuerdas amor, cuanto tiempo hace
desde que me subiste
el andamio de tu acento nortino?
cuando una gota de sudor era
diamante vivo en la punta de mi lengua
y la lluvia en los campos se hacía ola en la hierba,
reflejándose en mis piernas, el cielo.
Aquel era un país de hondos suspiros
de amor extraordinario
el sabor de tus besos danzando
en la comisura de mi boca.
Recuerdo que brincábamos sobre los charcos luminosos
los labios llenos de risas y de cantos domingueros
y todos los días eran festivos
besándonos como niños en las sombras.
¿Acaso fue tu silencio quien amordazó mis cigarras?
el último grillo ebrio de nostalgia se durmió
en sus laureles.
extrañando los días de sol redondo
de frutas olorosas, de panes endulzados.
Un tropel de pasos rápidos,
jóvenes mariposas inconscientes y efímeras
me apartan de tu playa
y los días le agregan minutos a mis horas
traídos de no sé qué desierto
demente y tenebroso.
Yo que lo tendría todo,
la voz jocosa del viento entre las ramas
los címbalos del sol estallando en mis manos,
todos los sonidos del mundo
han huido contigo amor...
y ahora, el fatum de mi vida
es esta total y absoluta omisión.
Alejandrina.