Siempre miro por los escondrijos
el alma acrisolada de los hombres
encendida, tristemente sensible.
Y me pregunto. ¿De dónde vengo?
de un pensamiento,
de una flor henchida de sangre
que algún día se marchitará.
¿Vengo de un hálito divino?
¿De una dimensión no rememorada?
Vengo de un tiempo
en donde no se si estuve.
Y en esa eternidad no fui carroña
ni sentidos atrapados
tampoco conflicto moderno.
¿Hoy solo soy un facsímile
siempre imperfecto
de una suprema idea
de un dios que es verdad absoluta
causa necesaria de mi existencia?
Pero en realidad, ¿quién soy?
Soy laberinto inaccesible
sudor de anciano
bastón endeble de mi prójimo
conciencia única del bien y del mal
poema dislocado y sordo
poema disonado y magullado.
¿Hacia dónde voy?
Hacia un anochecer necesario
en la cual mi alma transitará
en una barca de viento
de energía aún desconocida
para el hombre natural.
Hacia una incógnita voy
desnuda y cercana
hacia la ceniza, a la calma.