La incitación a ser felices
Es claro que si fuéramos felices
no brillaría el sol, no haría falta,
tampoco los soldados vencerían,
¿a quién? si nadie ya sería enemigo,
¿a quién iban a dar polen las flores
si las abejas ya felices no saldrían?
Echadas las veréis sobre su nido,
con gafas de colores y bebiendo zumo,
al lado el oso redactando cuentos
y el viejo cazador enamorado de los ciervos.
¿A clases? No, diríanse los niños,
no hay nada que aprender si soy dichoso,
no hay más que producir si somos libres,
no hay versos de dolor si somos plenos.
Es claro que no habría cirugías
ni pianos ni asesinos ni carteros,
¿a quién cortar, tocar, matar, a quién le escribo
si en la felicidad ya a nadie le hace falta?
Menos amar, qué cosa tan antigua,
era soñar, coger las flores del camino,
a ratos parpadear en las disputas
y en muchos casos dar la vuelta ante el olvido.
En cambio por felices ni amaríamos,
¿a quién?, si con nosotros ya es bastante,
¿por qué?, si el porvenir ya está seguro
y el loco sin cordura no entrará en el nuevo reino.
Y es claro que podemos ser felices,
basta con apresar al que suspira,
con desterrar al pobre, con vendernos
entre nosotros lo que queda de belleza,
basta dictar la ley universal de la alegría,
la dosis diaria, la firma en el registro,
usted, que ya es feliz, ponga su nombre
aquí, debajo de todos los que han muerto,
aquí, de pie en la historia que borramos
para reír porque el sufrir ya fue bastante.
Me sumo pues, acepto candidatos,
yo sé lo que has sufrido, lo que duele
que te hayan postergado tantas veces,
yo sé lo que es hallar la casa a solas,
sin más mujer ni muebles ni joyero,
vayamos todos los que tanto padecimos,
los que quedaron calvos, pobres, grises,
los que de cabizbajos se convierten en piedras,
en lastre que amarrar a las ideas,
porque ser tan feliz ya no involucra pensamientos,
es sólo una actitud que hace imposibles los ocasos,
las rosas del balcón y esos delfines tan astutos
que nadie más sabrá cuánto se burlan de nosotros.
El mundo es ya feliz, por eso calla,
por eso duerme, niega, cierra temprano sus persianas
y no se expone nunca más al reino de los grises.
Un último disparo y ya abatido el que se amarga,
qué más que ser feliz nos queda ahora,
tras tanto abuso y tanta flor que, ya arrancada,
nunca más nos hará sentir que estamos tristes,
nunca más hará dudar al que sonríe
de que su muerte sí es para ser felices todos
y para que el que no lo entienda se vaya con sus dudas,
sin que amargue jamás una alegría
que tantas amarguras nos ha costado.
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09 07 14