santos castro checa

Y volveré

 
 

y volveré,

calavera, salvaje, en la vorágine del tiempo

a buscar, entre las sombras pasos blandos,

a las tristes almas, frías, ausentes. Ya lejana es la muerte.

Volver entre lúgubres silencios de un abismo negro

con hedor de olvido.

Volver las pieles dúctiles que sintieron mil sablazos;

volver respiros frescos entre grescas de épicas barbaries;

volver los versos negros del poeta adolorido ¡versos blancos!

y volver, volver,


como furibunda brisa que asola todo,

todo un vendaval de pasiones y locuras.

Cual César en las Galias, epopeya perfecta.


Horizonte en llamas volvería triunfante

¡arrasando todo! ¡todo en un instante!

¡cual batallante herido, solo, sentido!


Y si Damocles fratricida herir el alma vuestra.

Volvería y devastar aguijones del dolor y sin piedad,

ni compasión y echarlos de la tierra estéril

al destierro donde moran los recuerdos,

al destierro donde yacen los fantasmas...

¡ Volver del olvido renaciendo...!

Y volver, al fin,

semejante al céfiro de los mares

con mi cítara empuñando con firmeza:

sin la necedad de las palabras que se han muerto

ante el embate de un amor con artilugio

y volver solo, resignado, puro, pulido, amando.