y volveré,
calavera, salvaje, en la vorágine del tiempo
a buscar, entre las sombras pasos blandos,
a las tristes almas, frías, ausentes. Ya lejana es la muerte.
Volver entre lúgubres silencios de un abismo negro
con hedor de olvido.
Volver las pieles dúctiles que sintieron mil sablazos;
volver respiros frescos entre grescas de épicas barbaries;
volver los versos negros del poeta adolorido ¡versos blancos!
y volver, volver,
como furibunda brisa que asola todo,
todo un vendaval de pasiones y locuras.
Cual César en las Galias, epopeya perfecta.
Horizonte en llamas volvería triunfante
¡arrasando todo! ¡todo en un instante!
¡cual batallante herido, solo, sentido!
Y si Damocles fratricida herir el alma vuestra.
Volvería y devastar aguijones del dolor y sin piedad,
ni compasión y echarlos de la tierra estéril
al destierro donde moran los recuerdos,
al destierro donde yacen los fantasmas...
¡ Volver del olvido renaciendo...!
Y volver, al fin,
semejante al céfiro de los mares
con mi cítara empuñando con firmeza:
sin la necedad de las palabras que se han muerto
ante el embate de un amor con artilugio
y volver solo, resignado, puro, pulido, amando.