Compañero de mis tardes de invierno,
cobertor de mis maltrechos huesos.
Para descansar eres mi cama,
para protegerme del sol eres mi techo,
mi cortina y especialmente mi almohada
y muchas veces hasta de soga te he usado,
para cargar la leña o los choclos de mayo,
y cuando me urge viajar fortuitamente
en mi rocín sin aparejo alguno,
eres la solución, el sobrepelo .
Los borrachos para pelear es lo primero
que el ponchito y el sombrero botan al suelo
y después de revolcados o ensangrentados todo,
cogen el poncho que le sirve de pañuelo
y entre desvarío y desvarío arrastrándolo vuelven a la cantina.
Hay ponchito, compañero de mis penas,
sólo tú eres testigo de mi sufrimiento,
de mis fatigas y mis vacilaciones,
de mis cuitas de amor, de mis lamentos,
de mis desengaños y también mis alegrías;
con tu color marrón de nogal ribereño
y tu pelaje peinado con cardón,
eres tan suave y dócil cual fino terciopelo.
Cuando la lluvia intensa arremete con furia
y del sombrero corre agua cristalina,
tu eres mi escudo protector mi único alivio.
´Hay ponchito de lana, ponchito mío,
compadre de la faja y la ancestral ojota,
del sombrero más barato y más sencillo
del campesino, del pastor y del arriero,
hasta un palma del hacendado el más fino.
Cuando estás ya viejo y deshilachado todo,
sino terminas de estropajo o colchón del perro
servirás talvez para prender el fuego.
Por eso amigo mío hoy que de ti me acuerdo,
recuerdo de lo bueno y lo malo que compartimos
y para agradecer tus indulgencias
te dedico mi alma en poesía,
en estos versos que son mi humilde ofrenda,
para ti que fuiste y serás mi fiel amigo,
hay ponchito de lana, ponchito mío.
Eugenio Sánchez Bacilio