Al norte de Afganistán hay una mezquita suicida
fuente de explosivos errores
en detonada oración
dentro de una frontera brutal.
No se despide la montaña está colocada en la puerta
en la ventana
en los portales
de otros países lejanos
donde despunta el abrigo del Profeta.
Está grabada en la mezquita
en la palma de la mano
en los sótanos de cualquier sitio
por donde brota el arbusto del tiempo.
En esa industria de siglo
seco y caluroso
situado en su economía y sus gastos paramilitares
Siria:
Aquí se desangran los pies del mesías
la almohada engañosa cuando la muerte sale
como apartando los cielos oxidados
un testamento triste
se ha roto en los hilos del silencio
bajo la sombra de Dios.
Sabe que es una nación
que desciende detrás de la colina
que después del parto hay una debilidad profunda
ataúdes que reúnen un templo
sobre esa mejilla humana
cuando el enigma salió de los vientos.
Chocan las tibias alas tenebrosas de la luz
con toneladas de gas mostaza
diría que es nube goteando pócimas
inflamadas de furia y sangre
en cuyo eco se atrapa al águila de los abismos
Jugueteando cadáveres.
No hay edad en esos valles diversos.
Niños menores con una cultura rivalizada
mueren sobre un afilado mar de ronca agua
en donde pisan los arenales
que arrastran los fugitivos desde los ecos espectrales
con la húmeda sequía ardiente: se adentran los humos violentos
[en la duna].
Relámpago hueco
se quedó a suicidarse en un cinturón de escama y viento
en la ciudad se pule el asombro en las aceras hecha polvo
para distinguir rostros iguales
[tuyos y míos]
entre la ceniza de la Historia que va huyendo del Pasado.
La predominante enzima de un plato árabe
es como tener espolones
el queso cuajado de mártires
y gusanos.
Bajo la túnica neolítica se vive aquel epitafio armenio
solemne y culto
se encuentra el velo
que se cobija despreciable en la cortina del eufemismo
bajo el islámico antifaz se deslizan los cuervos y los tiranos,
llevando un cesto de fe que se le ofrenda al destino.
Son las manos que se abren con las ramas quebradas
son las ,manos que viven petrificadas
son las manos con la cerilla en la sombra
rodeadas de turbio desorden
cuando el sol rocía un poco de trigo en los campos.
[Balas y misiles]
Medio Oriente
con un fresco té a desierto
tan vacío que respira las hojas obscuras
que devuelve la roca
el peñón que balbucea como si gimiese hambriento
[ los paisajes].
Etnia de lento siglo sobre un montón de escombro y tierra
en piedra antigua y dunas que abonan futuros contaminantes.
De la agricultura y la metalurgia más por el petróleo
entonces se vuelve textil el dibujo entreabierto
se rehúsa poroso
abriendo las puertas
a este juego de países.
Bernardo Cortés Vicencio
Papantla, Ver, México