Te escribo…
Llegaste a mi vida...
¡cómo te esperaba!
(fueron nueve meses)
y te imaginaba rosado o rosada,
lleno de ternura, caricias
y besos que necesitaba.
Tu sonrisa tiene la magia de un hada,
tus manitas suaves, inquietas, aladas,
poseen mensajes de paz para el alma.
Mi amor: mis entrañas
se abrieron para que habitaras
y te sostuvieron mientras te formabas,
Dios lo quiso así...
Hoy, con tu presencia, alegras la casa
y ¡me haces feliz!.
Te confieso que nunca
fui experta en palabras,
por eso te escribo...
Te amo y te pido:
¡Qué nunca te alejes de mí!