¿Puede la tarde olvidar su arrebol
y las rosadas nubes su color,
acaso podrá el sol de mediodía
olvidar el furor de su calor
y los pajarillos su melodia,
olvidare, pues, cuando mi Señor
quebro la iniquidad que me ceñia?
Cuando el oprobio del hades
secaba mis ya enjutos huesos
cual desierto de Cades,
aquel cuyo nombre es ADMIRABLE,
con luz blanquecina,
traspaso mi alma cual filoso sable.
No, no olvidare a mi hacedor, con todo,
si quiere la tarde pierda su tenue color de arrebol,
y el ruiseñor olvide aun su delirio altivo en el albor,
y el vuelo de las mariposas quedese sin palpitar
y el viento si quiere deje su jocundo bailar.
¿Mas acaso la creacion misma,
Al alto y sublime dejara de exaltar?