Te encontre rosa blanca-envuelta en un légamo de sangre infinita-.
Enredada entre brasas, hacias nacer los jardines de ausencia.
Ah enmarañada rosa ávida y trémula sin tierra.
¿Tus caderas forman la luz del mundo?
Y ebrio el alambre iva cantando la triste noche.
Pero mi sed de pajaro perdia sus alas sobre tus manos.
Voy, cantando, el cruze de las yedras con el sol radiante de tus ojos anchos.
En el fondo mi arboleda de espuma se viste de tu llama implacable.
Hierbe de mi ola fresca, castaña molina sosiega de mi alma.
Te encontre rosa blanca, en tu armadura de lenvantadas rocas azules.
Más y más te hundias sobre mis brazos
y los pechos errantes sentian la fatiga del vacio tuyo.