Nubes hondas se agitan sobre mi
bahías imaginarias cargadas de azul
azul poblador secreto y repentino de las paredes de mi habitación.
Aun siento el encierro
aun percibo el aroma del bosque escabullirse por las rendijas
como un roedor masticando humedamente cada prenda.
He visto dos ojos
precisos y sonámbulos en la oscuridad de esta calle.
Se han fijado en mi,
como lo haría un padre preocupado por su hijo.
Me analizan con tristeza
pero aturdido e instantáneo parte aquel momento.
Truenan bajo mis pies las piedras que a lanzado ese coche
me giro.
Su luz trasera me encandila
y un reflejo destellante ataca mi percepción de la noche.
¿He sido yo o un fantasma el que se ha extinguido bajo esas llantas?
Quizá y somos lo mismo.