Sacrilegio
Un lirio ácido
brota en el jardín de la mugre
entre los plásticos y cartones que se acumulan.
Me avergüenza
reconocer la belleza en el abandono
golpeándome con sus delicados pétalos.
Aún así me interno
en el edén de desperdicios,
es más fuerte la tentación que el agrio sabor de la miseria.
La brisa mece la flor que ácida se levanta.
A pocos metros,
los carros descargan la cosecha.
El barro carcome las pisadas
que van en busca huérfanas visiones.
Estirar los dedos se convierte en un sacrilegio
pero sin alternativa,
la mano se extiende y acaricia
el delicado rostro de la niñez
que todavía no comprende.