En el mar naufrago
y en la tierra vago.
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La muerte no lo acobardó,
abrió sus ojos y murió.
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Sobrevivo cuando escribo
por eso escribiendo sigo.
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Por perder trabajo y techo
va deshecho ante los hechos.
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Hay silencios que vagan
y en vez de cobrar, pagan.
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La fortuna lo abandonó
sin nada que perder, perdió.
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Yo no sé si le acontece a usted
Pero yo pensé pensar y pensé.
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Muchos han comentado que deliro
porque al leer lo nunca escrito, escribo.
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Oh suerte tan malvada
pasé de todo a nada.
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Oh suerte que vales oro
pasé de la nada a todo.
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En esas frías noches de madrugada
pienso en la gente que no está arropada.
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Iracunda la ola golpea la orilla
empujada por la brisa verpertina.
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En el justo instante en que te pienso
siento el aroma de tu aposento.
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Nunca le niegues cobijo
ni a tus padres ni a tus hijos.
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Sus ojos víctima de la ceguera
han perdido brillo, han ganado penas.
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Por no saber lo que yo si supe
dices que mis actos me deslucen.
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En la mañana cuando el sol se asoma
las flores lo reciben con su aroma.
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Cuando una madre da sus regaños
evitar quiere, mayores daños.
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Si vez que con el miedo me paralizo
Ofréceme valor si te es preciso.
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Si tarde llegamos
mejor nos callamos.
Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela