Como un tizón que en crueles llamas,
que abrazado nunca más se libera,
así se avivan en sutiles hogueras,
el fulgor del orgullo con la fama.
Ese soberbio brillo de la flama
voraz, se consume con saña fiera
la aparente gloria, como si fuera
hojarasca desprendida de la rama.
¿De qué puede servir tanta insolencia,
aquel fulgor efímero que hechiza,
y todas las hazañas y la gloria?.
Sï el alma termina en penitencia
cuando son trocadas a ceniza,
y ahí quedan reducidas a memorias.