La lluvia cae y al campo moja
y eso a las flores no las enoja.
Cuando sonríe alguna mujer
todo parece resplandecer.
El pequeño sonríe astuto
fingiendo entender al adulto.
Son contados los confesos
que admiten que no dan besos.
En ciertas ocasiones cuando el viento sopla,
el tendedero sonríe y suelta la ropa.
Mañana sin falta me iré temprano
espero mi viaje no sea vano.
¿Puede alguien explicarme porqué
no camina el reloj al revés?
Si no me planchas la camisa
entonces no voy a misa.
En boca de pastores sin ovejas
solo habrá lamentaciones y quejas.
Un filántropo con hipocresía
es hipócrita en la filantropía.
Si no quieres ayuda
entonces suda, suda.
Hay quien ve su consuelo
en el agudo anzuelo.
Será siempre la burocracia
administrativa desgracia.
Un regalo para la presa,
un depredador con torpeza.
Vale más decoro
que el mismísimo oro.
Un nefasto vicio
pensar con prejuicio.
Quien disfruta la lluvia
la considera suya.
No es cosa audaz
hablar de más.
Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela