Golero que te dejas guiar por la suave brisa
que desde el cielo vislumbras
sólo flores muertas
que te hacen bajar aprisa
y te elevan con tu majestad impresa,
impregnada de olores repudiados
de nuestra propia inmundicia y bajeza.
Pequeño aviador en días inciertos
de negras alas que guían tus duros momentos.
Entre pesadas cargas que atormentan
te llevas sus carnes corroídas
y te escondes entre selvas nutridas
tras los amores que tu alma alimentan.
¿Quién te ha llenado de honores tras constante repudio?
¿Quién ha notado la simpleza y gracia de tu existir?
¿Quién te ha vestido de ese color que dicen maldito?,
¿Quién ha mirado tus hermosos críos?
¿Quién los ha tocado y mimado sus dulces lanitas?
¿Quién te mira agradecido, por los impulsos impresos en ti?
¿Quién te ama en silencio
y en su corazón existe la gratitud
por tu trabajo de limpiar y servir’?
Desprecios ante tu sencilla presencia,
hediondo limpiador de cuerpos corruptos...
Nadie te trata con el respeto merecido,
tu valor no está en quien espera honores,
sabes vislumbrar entre los horrores
otros goleros sucios y malvados
que causan la muerte que debes limpiar.
Tienes un rey de figura imponente
azules impresos en tus mejillas
el rojo sangre que lleva tu pecho desnudo,
el amarillo de nuestro oro que corrompe
y sobre tu desplumado cuello
un collar esponjoso y brillante,
que envidiarían galanes de túnicas falsas
y corbatas de muy finas sedas.
Limpiador del mundo...
Como el más humilde y silencioso de los seres
tu soberbio vuelo te enaltece;
llevas tu pico impreso de olores de otros,
y en tu corazón bondad y servicio,
barriendo lo asqueroso de los seres yertos,
elevando tu alma limpia y sin corazas
hasta el cielo eterno que llevan tus vuelos.
Hoy: al verlos ansiosos y hambrientos
volando por los aires impacientes, inquietos,
me preguntaba algo preocupada:
Si creman los cuerpos,
¿con qué se alimentan,
los pobres del cielo?
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, febrero 13/11