Raúl Daniel

Aborto involuntario (Para la Negra Rodríguez)

 

Al pie de una cuna vacía,

como hipnotizada, alelada y fría

llora una mujer convulsionada...

 

Llora lo que no puede tocar,

ni besar... ni amamantar... ¡ni nada!,

llora lo que le dijeron

que hubiera sido una niña...

 

Por momentos la quebranta

una angustia, ¡tanta!,

¡que no puede ser descripta!

 

Se culpa (¿quién no lo haría?)

pero, culparse, ¡¿de qué?!,

¿acaso es Dios?, ¿acaso no quería darle la vida?

 

Y siente como si de pronto el sol

se apagara para siempre...

o se escondiera de vergüenza

por la muerte repentina...

¿no es él también sustentador con su energía?

 

Puñales laceran sus carnes compungidas,

su sangre tiene esquirlas, qué, asesinas,

recorren su interior y la lastiman...

 

Todos los colores se tornaron grises,

todas las sonrisas se volvieron lágrimas,

y en silencio triste todas las palabras...

y la vida misma entró en eclipse...

 

¿Acaso no quería darle la vida?,

¿no deseaba sustentarla con su pecho,

dándole cobijo entre sus brazos, cuna y techo.

 

¿Acaso no quería darle la vida?,

¿y amarla día a día con afán y maestría...?

¿y, un día, llevarla de la mano al colegio...?

¿y otro día descubrir como ya se mira en el espejo...?

¿y ya un poco más adelante, entregarla al hombre de sus sueños?

 

¿Por qué, se  pregunta,

esos sueños se truncaron...?

¿Por qué, se pregunta,

la cuna está vacía...?

 

Y yo pregunto a Dios:

¿Por qué no le das una respuesta?,

si ella no quería ¡colgar ninguna estrella!,

sino amarla y protegerla ¡toda la vida!

 

Y, si es verdad lo que dicen, entonces

¿por qué no le muestras:

detrás de cuál otra ¡está escondida!?