Cuando un día recuerdes que entre tus brazos
moldeaste a la mujer que tú querías...
que como ella, nunca jamás ha habido otras...
porque a aquella tú la hiciste a tu medida.
Cuando un día envuelto en una suave brisa,
sin tu permiso se desprenda su aroma...
revivirán en tu cuerpo las caricias
para volar en tu piel como palomas.
Cuando un día sin pensar muerdas tus labios
y te sorprendas con su sabor amargo...
lamentarás de sus besos tanta ausencia
que se agiganta cuando pasan los años.
Y si una noche cuando cierres tus ojos
por instantes ves la imagen de su cuerpo...
habrás abierto del alma aquel cerrojo
para descubrir en ti que nada ha muerto.
Sólo entonces caminando hasta su casa
y con el rostro empapado por las lágrimas
habrás de comprender que es lo que te pasa...
¡y al mirarla le gritarás que aún la amas!