AmparoIglesias

Miau.

Le he dicho tu nombre
a todas las calles de mi ciudad;
he dejado que los hielos
de las cientos de copas
que me he tomado en tu honor,
se hiciesen el amor.
He hablado con los gatos de mi tejado,
a ver si ellos te habían visto pasar;
y hasta he conversado con la Luna
las noches en las que me liaba
más de un par de petas.
Me hablaban de ti las farolas,
y las cientos de bocas
que no eran la tuya
pero lo parecían.
La puta del bar de mala muerte
jura haberte regalado
algo de sexo tántrico
sin cobrarte dice,
porque tus ojos no entienden de dinero.
No la creo, en lo de tus ojos si,
pero una puta nunca regala servicios.
Debiste de pagarle, seguro.
Tal vez le diste el alma.
Medio desnuda
sentimentalmente hablando,
sigo adelante,
parándome
en todas las pensiones sin estrellas,
que desde que no estás
paso del firmamento.
Sólo quiero sábanas blancas,
impecables, nuevas.
Es la única condición
que le pongo al gordo de recepción.
Si están rotas, arrugadas o manchadas,
van a recordarme a nuestro amor.
Se lo explico,
hasta que me mira con cara de espanto
y piensa más en voz alta que baja:
\"otra loca más\".
Es en lo único que estoy de acuerdo
con el gordo.
Esas noches de motel sueño contigo,
en una bañera enorme
recitando en francés algo
que te has aprendido de memoria.
Te veo reír y después ya te escucho,
fuerte, muy fuerte
hasta que despierto sudando.
Joder.
Las sábanas están manchadas.
Salgo de allí,
que ya todo huele a ti pero sin ti.
Y acabo como siempre, 
en el tejado, 
preguntándole a los gatos 
si te han visto salir.