Me acuerdo
Me acuerdo que te vi por primera vez al salir del almacén;
tú ibas caminando por la acera,
charlando despreocupadamente con una compañera.
Me acuerdo que quedé sumamente impresionado,
y quise que me vieras...
Me acuerdo que te dije que eras hermosa
como un amanecer de rocío sobre mil rosas.
Me acuerdo que me sonreíste sin decirme nada,
y seguiste rumbo a tu casa...
yo quedé parado al lado de un árbol,
clavado, sin poder moverme,
árbol yo también, sin atinar a ir para ningún lado.
No sé si fue en ese momento que me enamoré, pero,
me acuerdo que ya no pude pensar en otra cosa,
solamente en ti y en cómo conquistarte,
averiguar tu nombre... dónde vivías....
si tenías novio... si me querrías.
Después todo fue una vorágine de sueños,
de lanzarme al aire sin medir riesgos...
Y te avasallé, como hacen los corsarios,
sin darte la más mínima tregua,
te rodee de mis requerimientos,
y ganaron al poco tiempo, mi verbo alado
y mi corazón intrépido.
Y me amaste tú también.
Me acuerdo que era invierno cuando te di mi primer beso,
y que te pusiste roja, y me dijiste “te quiero”.
La primavera llegó como llegan todas las cosas,
y nos avasalló la pasión con sus emociones y su ensoñación...
y nuestros cuerpos se volvieron uno,
y yo te asía a mí con la fuerza de una anaconda a su presa.
Era tan hermoso todo, tan embriagante,
que sin pensarlo, un buen día dejamos de cuidarnos,
y sucedió lo inevitable en estos casos...
La noticia nos tragó como un feroz tornado,
los dos éramos demasiado jóvenes para ser padres,
y el miedo nos ganó, y nos volvimos cobardes.
Me acuerdo que te vi partir, el siguiente invierno,
te llevaba tu mamá a la campaña...
y ya no te prendía todo tu tapadito de cuero,
ese que un año antes se te pegaba al cuerpo.
Yo me volví árbol otra vez, árbol de hielo;
¡estúpido árbol que temblaba ante tan poco viento!
Me volví piedra sin movimiento, en la vereda, ¡hecho estiércol!,
Me acuerdo bien, y no me olvido... que fue en el mismo sitio,
donde te dije que eras hermosa
como rocío amanecido sobre las rosas...
A los pocos meses me enteré que se mudó de casa toda tu familia;
nadie supo decirme donde, yo no atiné a buscarte,
¡me faltaba mucho coraje aún para ser un hombre!
Así que seguí haciendo vida de árbol.
Pasaron muchos años... Siempre me acuerdo de ti...
Y te extraño... Nunca fui feliz...
A veces pienso en buscarte y llevarte rosas,
decirte que te amo;
pero, a fuerza de ser árbol, no lo hago...
(Los arboles no saben de esas cosas).