No estás y sin embargo...
¡estás en cada cosa!
en el silencio que enmudeció mi boca,
en los ojos vacíos de miradas
siguiendo mis pasos por la casa.
No estás... pero aquí en mis manos
presiento las huellas de tus dedos,
y a veces adivino en mis gestos
áquellos reflejados en tu rostro.
No estás... pero el eco de tus pasos
quedó gravado de memoria en mis oídos
y ese otro eco... el de tu voz repitiendo
mi nombre como un conjuro
para aliarte con la vida.
Y un recuerdo se viene a mi memoria
tus ojos tristes y la mirada cómplice
en la que no hacían falta las palabras...
porque los dos sabíamos
en el fondo del pecho
que el tiempo se agotaba.
Hoy hacen dos años que no te tengo...
ni este día ni otro día al levantarme,
pero agradezco a Dios haberte tenido
como el gran compañero de mis pasos.
Sé que no fuiste aquel hombre perfecto
que en mi niñez yo idolatraba...
pero fuiste ese valioso ser humano
que me confortó en todas mis batallas.
No estás y sin embargo...
estarás siempre
y no sólo por cuestiones de genética...
dejaste tu amor navegando en mi alma
y en el corazón quedó tu huella.