Los rasgos que tengo
son de mi abolengo.
Tú discriminas
cuando abominas.
Siempre procura el buen abogado,
absolución para el demandado.
Condena al abyecto,
¡perfecto, perfecto!
Para correr el agua
lo mejor es la zanja.
Mi valioso acervo,
aún no lo tengo.
Debajo de una mata
cualquiera se aclimata.
cuando ácrata te veas
que el buen Dios te provea.
Las almas acrisoladas
no necesitan más nada.
Con su mirada acuosa
me dijo tantas cosas.
Como lo han adecentado
ahora es más cotizado.
Creo que Eva convenció a Adán
sin hablar, solo usó un ademán.
Las plegarias y los rezos
no requieren aderezos.
Puedo admito mi equivocación
como parte de la solución.
La edad de la adolescencia
requiere amor y paciencia.
Que daños adrede
impune no queden.
Benditas las horas
en que me edulcoras.
El árbol adusto
envidia al arbusto.
Algunas advertencias
parecen penitencias.
De lo poco que cosecho
una gran parte es afrecho.
Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela