John morales

Poema en Liras II (libres).

¡Oh subo por tus senos,

en cápsulas de tu dulce ambrosía,

melódica en tus henos,

de donde yo venía,

me nació mi sexual melancolía.

 

 

Pasó por la alameda;

muy sensual a la tarde y tan distinta

ataviada en su seda,

fina, a su andar la pinta

sus caderas morenas y su cinta.

 

 

Tus ojos son candelas

niñas náyades de los jadeantes

buscando mis espuelas

libidos ya mutantes,

quemandonos en sábanas de amantes.

 

 

Oh, reina que locura

de piedad, cuando tu corona te huya

¡Escuchadme criatura!

¿Quién, quién? pues te hizo suya

en coro gregoriano de aleluya.



Prominente remanso

dónde tu ayer heraldo has escondido?

dame un largo descanso

de todo lo vivido

ven, huid pronto al Edén ya prometido.



Sureñita de olivos,

manchame de tus huellas dactilares

en rasgos fugitivos,

camino a tus andares,

en el numen; cantar de los cantares.

 

 

Sigues y sigue en rima

golpeando tu espada en sutil ritmo;

vas dando arte de esgrima 

al compás del abismo

matemático de tu logaritmo.

 

 

Desclava por piedad,

los olmos altos y concupiscentes

llevándose mi edad,

me ha mirado en ausentes

los bordes patológicos de pestes.

 

 

Acuestate mujer

ya llegó de mi ayer la madrugada

destellos de mi ser

oriunda y desdeñada

tengo sueño de tus voces, amada.

 

 

Olé, olé, olé flamenco,

aguas mediterráneas que extraña,

el camino del cuenco

y el viento de montaña

olé, olé, olé mi amigo venga a España.

 

 

Sé que retornarás;

éxodo largo que sólo te afana

sé que tú, así lo harás

más siendo noche sana

no vuelvas; partiré pues yo mañana.

 

 

Voy muriendo en tu canto,

paradójicos ecos; tu deleite

mas yo de tanto en tanto

me soltaré el grillete,

para ungirme en mis óleos de aceite.

 

 

Hermosa y elegante 

de dónde vienes, soy yo tu corsario

en caravela amante

que sin un vil denario

ruega la bendición en tu rosario.

 

 

Somos los dos distintos

impares; como la vida y la muerte

soy un hombre de instintos

tú, la mujer por suerte,

la verdad; ¡la mujer es más, más fuerte.

 

 

Sería muy glorioso,

que de mis labios santos te saciaras

sería dadivoso,

que tú sólo me amaras

es un pecado si tú me olvidaras.

 

 

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John Morales Arriola