Por mi rostro va corriendo un río caudaloso
Es extraño, pero nunca lo había sentido
Quizá ha estado allí, imagino que dormido
Más hoy ha despertado, poderoso, embravecido
No es dulce ni salado, más bien amargo me ha sabido
Y en momentos me arrastra, me ahoga, me deja sin sentido
Con un torrente de agua viva que me inunda hasta el alma
Que golpea, rompe y rasga, que me alivia y me da calma.
Es tan grande esta corriente, que hasta un mar va a formar
Donde pescaré serenamente con la paz que Dios me da
Y en sus aguas de amargura indescriptible, con tesón y valentía pescaré
Y quizá si la suerte me acompaña, una bella sirena encontraré.
Si la suerte… ¿¡Cual suerte!?