No sé por qué de pronto pierdo aliento,
con esta carga que debo cargar,
me pesa en los hombros un tormento,
me pesa tanto que empiezo llorar.
Las lágrimas me brotan ya las siento,
claramente consigo yo escuchar,
que el canto triste cae al pavimento,
donde la nota deja de sonar.
Tras el sollozo que al final del canto
no recibe los honores ni las palmas,
percibo pronto que de llorar tanto,
se hace ligero el peso. Y digo: ¡Calma!,
Quizá el tormento se transforma en llanto,
para que el dolor no estrangule el alma.