Quiero alejarme de la horrenda responsabilidad que tiene la consecuencia de amarle con mesura que piden estos tiempos. De tener que ir a las cenas con traje y una enorme sonrisa de jarrón chino, de innumerables reuniones familiares, del andar de aquí para allá y de allá para acá tomados de las manos como un par de condenados compartiendo abismos.
Me rehúso a abandonar: mi estado catatónico, el olor a insomnio de mi almohada, mi falta de memoria, el silencio que guardan mis ojos mientras tomo el café y mucho menos mis solitarias caminatas nocturnas.
No quiero separarme de mis viejos libros rotos, de los zapatos tristes y de los jueves lluviosos… No quiero ser el muñeco de trapo y ojos de botones el cual necesita de manos extranjeras para mover los brazos, que para romper el silencio necesita de su ventrílocuo-quimera, y ni hablar de caminar porque, ni siquiera es capaz de sostenerse sin aferrarse a su dueña.
Usted sabe que me encanta, está de más decírselo, pero creo que no podría vivir sabiendo que usted sabe que yo se que usted me mata, de verdad me mata la idea de tener que dejar de ser yo, para convertirme en un remiendo de mi para vos.
Adolfo (fito) Baptista