Por un instante mis pupilas
profanaron el núcleo del cosmos.
Vi peces muertos,
algas marchitas,
muelles decrépitos,
anclas oxidadas,
barcos deshechos, insepultos sobre la arena ardiente.
Vi un prolongado lecho de abrojos, antaño un lago,
y sobre su osario desvalido,
vi con dolor profundo erguirse un templo oscuro,
en que los hombres sedientos adoraban eternamente
las aguas.