Pedro Aros Castro

Pequeña Historia Febril

Cuando pequeño solía relacionarme o ser testigo de eventos íntimos ajenos a lo que conocemos como realidad, mientras descansaba en mi cama, por razones que en ese momento desconocía. tenía visiones que me alegraban y acompañaban mi soledad.
Recuerdo que en mi cuarto, era testigo de escenas cotidianas, en formas de ensueño a todo color; donde una pequeña familia, ya colgando su ropa recién lavada o jugando con su gran perro por el patio de su casa, me contaban su silenciosa historia.

Pero también era testigo de formas luminosas que se paseaban junto a mi lecho, sombras tenebrosas que me causaban temor, en esos casos, recuerdo que un ángel se paraba en mi cabecera y posando su fina mano sobre mi frente, me decía con voz suave; todo esta bien, luego me embargaba una sensación de paz y, creo dormía hasta el amanecer.

Al pasar el tiempo y recordar aquellos momentos de fantásticas visiones, me pregunto ¿que será de esa familia y su perro? y ¿porque dejé de ser testigo de su cotidiana relación? y aquellos seres luminosos y sombras ¿adonde andarán?
A veces, cuando me visitan sombras que vuelven a causarme desazón, siento gran nostalgia al recordar a ese ángel, más cuando supe, que aquel ángel, que tan sólo con su angelical presencia y 

posar su fina mano sobre mi frente calmaba mi temor; era mi Madre



Si tiene pocos abriles

y el paísaje es ensueño

en esos cuadros febriles

la vida parece un sueño.


Y aquellos buenos amigos

que sólo tu logras ver

siempre vivirán contigo

en la memoria tal vez.


Aquel ángel bondadoso

que cuidó de noche y día

fue custodio generoso

para cumplir profecía.


Ahora ha pasado tiempo

y es etérea presencia

cuando la soledad siento

aún descubro su esencia.