UN AMOR ENTRE HIERRO Y CENIZA.
Una señal, que llegase a encontrar
lo que un día creyó suyo,
era suficiente para seguir,
revivir las cenizas que quedaron
de aquel amor que ardía
en las llamas de una pasión,
que para muchos era enfermiza.
Para él era un amor sublime
bendecido por los dioses.
No se si seria enfermizo,
tampoco se si era una condenación.
Quizá fuese la mas sublime
de las pasiones prohibidas,
no le importaba lo que fuere,
solo sabia que la bebería
como el mas sagrado de los vinos,
como si se tuviese entre las manos
el mas deseado de los placeres.
Quizá ya no existan ni ella ni él,
solo serian como dos amantes
que se convierten en estatuas
de hierro que se miran deseando
fundirse en un solo cuerpo.
Nada le detendría,
ni siquiera esa idea loca
de buscar a quien ya no existe.
Pero como loco al fin,
el se reía, mientras bajo la sombra,
en un bello parque,
allí se sentaba a contemplar la
belleza de aquella estatua
que para el era su anhelada amada.
Y como los amores imposibles
a veces son los que triunfan,
abrazo tan fuerte a su amada
que en hierro fundido se convirtió
extendiendo sus brazos,
para darle ese abrazo
que entre las cenizas
y el hierro se quedo.
Su amor por fin Dios lo concedió,
y por toda una eternidad
el mundo los contemplo,
como dos estatuas
que se abrazan sin tocarse
ninguno de los dos.
Davileine Borrego @R.03-2014