Recuerdo los besos mordidos
en tus labios como uvas,
El sabor dulce y añejo de tu boca
que no quería alejarse de la mía.
Recuerdo tus manos
recorriendo mi cuerpo tembloroso
Y esas palabras susurradas
lentamente en mis oídos…
– - ¿Me extrañaste?
Preguntabas levantando una de tus cejas,
A lo que yo invariablemente respondía
- un poquitito-
juntando el dedo índice con el gordo de mi mano.
Hoy quiero confesarte que mentía.
En realidad te extrañaba mucho cada uno de mis días.
No pudimos compartir la vida.
No supimos, no quisimos…
No te jugaste o no me jugué.
No te arriesgaste ni yo me arriesgué.
Y se nos fue escapando de las manos
el amor por ser cobardes.
Lo nuestro fueron pequeños y grandes momentos.
Momentos aislados del mundo y de la gente.
Viviendo un gran amor
en un pequeño mundo
Concentrado entre cuatro paredes.
Y te fuiste… así, sin despedida…
Una tarde en que por rara coincidencia
Decidí prescindir de ese lazo invisible
que era un pretexto que siempre nos unía.
Más tarde una voz por teléfono diría…
Que te habías muerto
y que mientras yo sonreía sin saberlo…
No sólo te fuiste de mi vida
sino que también te fuiste de la tuya.
Es raro pensar que no estuvimos juntos en la vida
Y que ahora después de tu vida me acompañas.
Porque yo sé que estás cerca, que me cuidas…
Tal vez, más adelante nos reunamos.
Tal vez en otra vida
pueda refugiarme entre tus brazos.
Tal vez tomados de las manos
caminemos disfrutando de una tarde de lluvia
y al mirarnos a los ojos comprendamos
que debía ser así…
Que estaba escrito.
Y vamos a reconocernos en otros cuerpos,
En esos besos mordidos como uvas
Y cuando preguntes
- ¿Me extrañaste?
Voy a decirte
- .- ¡Llevo mil vidas extrañándote!