Mi mujer me quiere demasiado
y sabe demostrarlo en la cocina,
eso además de causarme agrado
la convierte en mi bella consentida.
Si tengo antojo de pescado frito
ella me hace de pollo algún caldo,
y me dice que es lo que necesito
porque no puedo comer tan pesado.
Si yo le pido costillas guisadas
entonces me hace sopa de frijoles,
y si quiero comer ensaladas
me hace un plato de ravioles.
Si quiero paella valenciana
o acaso atún al ajillo,
me hace revuelto de carne salada
con bastante aceitunas y pepinillos.
Si le pido albóndigas en salsa
y ensalada de pepinos
entonces prepara caraotas blancas
con paticas de cochino.
Si le pido pasta a la bolognesa
con bastante queso rallado,
me prepara lomo con pimienta
bien picante y demasiado salado.
Pero el mejor plato lo cocina
cuando le pido almejas guisadas,
ese día se va donde la vecina
y de almuerzo no me hace nada.
Ya por experiencia le adiviné el truco
y le aplico mi técnica silencioso,
le pido me prepare algo maluco
cuando quiero comer algo sabroso.
Le pedí bofe salado con arvejas
y puré de topochos con auyama,
y me hizo arroz a la marinera
con unas papas rebosadas.
Pero el truco no duró mucho
y eso para mí fue una sorpresa,
le pedí de pollo, alas y pescuezos,
y me llenó el plato con ambas presas.
Por eso digo que mi mujer es amorosa
y me siento junto a ella tan ameno,
solo espero el día dichoso
en que me sirva comida con veneno.
Autor: Alejandro Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela