Los pájaros se han ido.
Frágiles espejos escapan de sus efigies de sueños,
se arrastran como Mesías a orar por milagros.
Mi cuerpo ha caído de su telón de comedia,
soy mi Estocolmo. La rehén de las horas muertas.
Huyo de la paz. Narcisista del suicidio,
consumo el delirio y lo mendigo de un frasco roto.
Pero no me voy. No hasta conjugar la última esperanza
en los labios de quien me ama y a quien lloro.
Extensión de mí desde la curva del cielo hacia la puerta
de una casa de mimbre con cerca de incienso.
Insomnio:
Bodega de niños pequeños
contemplan
la guarida de su futuro miedo
Y sonríen.
Su sonrisa es un circo
clausurado
antes de presentarse
el primer acto.