Cuando me precises, golpea mi puerta,
no sientas vergüenza...
cuando sientas hambre, golpea mi puerta...
cuando tengas frío, golpea mi puerta...
cuando estés cansado, golpea mi puerta...
cuando estés muy triste o, muy simplemente,
cuando quieras verme: golpea mi puerta.
Yo estoy siempre alerta, me gusta ayudarte,
me gusta atenderte...
como soy tu amigo, quisiera amarte
de la misma forma en que lo hace tu madre...
Mas, a veces... ¿sabes?, mis ojos se cierran,
mis brazos se caen, pues la lucha es cruenta.
Pero, amigo, escucha: cualquiera que sea
la hora en que vengas, golpea mi puerta,
golpéala fuerte, ¡no sientas vergüenza!,
y, si está cerrada, por favor...
¡patéala!, ¡empújala y entra!