Al fin, fueron mudas
mis palabras,
el eco se perdió
en mi garganta;
quedaron tus oídos
satisfechos,
porque la tristeza
es la dueña de mi alma.
Se quedaron las flores
hoy dormidas,
toditas pasaron en desvelo
velaron en la noche
mis palabras,
y hoy entonan el adiós
a su partida.
Al fin quedaron
mudas mis palabras,
murió mi compañía,
y con ella el eco de mi voz
de luto esta,
lo que era mi alegría
y hasta las aves guardan
muy en secreto su pena por:
mi aliento, mi tristeza y mi alegría.