Lentamente de dos fuentes brota, un par de oblongas transparentes...
huellas... que en hilos lánguidos, estrechos, rompen
el verso que del alama brota... todo en un tiempo
detiene el universo... la cuita en versos del feliz encuentro...
de aquella historia, suspendida en tiempo...
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Un poco lento... serpentea el que es... sagaz en móvil que en destreza zarpa...
un par de huellas tenues, que en faz sensible... rompe el estrecho entre la placa blanca
en que reposa el negro encantamiento...
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Un par de marcas transparentes... ven, aquel camino de desgracia en pleno,
salen de cuencos que marchitos ya... se rodean de surcos de hendiduras plenas
en su rictus precioso de color no rosa... de un triste rostro con historias mil...
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Es el momento de dejar la faz... tibia y bronceada, pero ya marchita.
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Se resignan entonces en caída libre... avanzan, lentas... y al final del tiempo
avanzan pronto y con certero golpe, en peligrosa cercanía topan...
se expande impía... cada oblonga... construyen astillas con deforme estilo...
sobre el alma blanquecina... y luego, derretidos símbolos... borran su historia
del amor, los ritos, los duelos, la alegría y fiero... se acaba todo y el color a cielo
es impotente ante tanto duelo.
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Mancha los versos el impío encuentro, traza de historias, en azucena intensa
el blanco intenso de las almas buenas... En soledad se expresa la afilada lengua
de la pluma que ágil... que no narra... el sensual delirio,
por un pecado yerto que voló al exilio,
del amante encuentro... en el cuarto mixto
de textos varios en recuerdo henchido, de la pareja
que recuerdos bastos... llenaron de alegría un pecho...
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La fisura en el tiempo estanca... ahora perenne en el segundo intenso…
en ausencia del bien... se ha vertido, en claridad de aurora… de la cual,
solo tachones presurosa forma, causados por la lluvia de un par de oblongas solitarias,
que esparce en el reproche del recuerdo e ingrato plasma, la tinta en pergamino
a tientas, el endeble recuerdo del amado encuentro que emana el alma...
solitaria, débil, ya precaria... tímidamente, hasta hacerse transparente.
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Borra el poema que parió un alma, cuando la inspiración aceleró la llama...
La pluma quieta inmersa en el tintero, no agita más su lengua... encantadora danza...
Un par de lágrimas, de alegría inmensa, ya no existen y murió el alma... de un gran poema
que soló venía a aligerar la dueña, de un gran recuerdo, con andar de invierno.
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[R.D.A. Esther J. Londoño Arbeláez -esthelarez- de Colombia]