LAS CARRERAS
Uno de los barrios más viejos del pueblo, quizá sea el de San Antonio, cercano a las vegas, donde se escuchaba el rumor del río y el canto de los pájaros, sin ruidos de automotores. En nuestro tiempo, al caer la tarde se llenaba de algarabía con los juegos de los patojos púberes y también los más chicos. Cuando el cielo se pintaba de naranja era la señal, esas aventuras amarraron algunos lazos entre amigos y parientes. Aquellos piecitos descalzos levantaban el polvo de la calle aún caliente por ese sol que alumbraba fuerte durante todo el día, desafiaban la velocidad del viento en las carreras. Una sonrisa y el aplauso de sus seguidores eran las medallas que coronaban el esfuerzo. Situados alrededor de un poste del alumbrado eléctrico, planificaban las correspondientes competencias y los competidores de cada ronda. Se corría desde la casa de don Toíno hasta la esquina donde estaba la cantarilla de la calle principal. ¿Dónde están esos niños que corrían libres? Son adultos hoy y talvez guarden esa chispa del pasado, viviendo en el mismo barrio o sus carreras infantiles los llevaron aún más lejos de su pueblo y de su patria. Quizá esos recuerdos se cuelan alguna vez en sus noches de desvelo y se instalan en sus sueños para volver a ser aquellos niños llenos de inocencia y alegría.