Quise mirarme en el espejo. Y mi mirada prefirió vivir en su reflejo.
Damocles se ríe y se alza sobre las pupilas salpicadas de cementerios de elefantes. Y me recuerda que duele. Cuando el cuerpo se queja e incluso dormido, de ti se acuerda.
Tal vez sea mejor así. La dejadez del destino resume mejor la falta de cordura.
Todo tiene su precio. A cambio, puedo olvidar. Dicen que entonces la vida deja de vaciarse y el sentido ya no cobra peaje por cada pregunta, porque ya no hay preguntas.
La balanza por fin se inclina. Ahora la muerte ya no se sienta a la izquierda del corazón. Los dioses tampoco se esconden. Los veo por la calle y los atravieso. Por la noche son ellos los que hurgan en el fondo de los vasos y en los urinarios llenos de lo que nuestros pensamientos ya no quieren.
Pero nadie abandona Babilonia. ¿No lo recuerdas? Cuando la estupidez cabalgó sobre tu pene ella fue la única que alimentó tu boca.