Cuidades llenas de extraños pendientes de los mismos semáforos,
pero nadie se conoce, nadie se saluda..
Con un mundo diferente dentro de cada cabeza,
mundo de los minutos entre una luz roja y una verde.
Extraños sobre la misma acera lado a lado,
sorteando la misma gente, cruzando las mismas calles…
Pero tan juntos, que nadie se conoce y todos mezclados
viven perfeccionando el oficio de ignorarse.
Las ciudades devoran a la gente en sus estómagos de asfalto,
la revuelven y la digieren entre el humo de los autos,
la regresan a sus casas medio digerida, medio molida
para rumiarla en otro mejor momento.
Las ciudades tienen parques: islas con árboles tristes,
sobresatuarados de pájaros perdidos del campo.
Pero siempre hay alguien encargado de no dejarlos crecer demasiado
y contaminar con su mancha verde las aceras llenas de extraños.
Las ciudades son un mundo enrarecido, hecho a medida de las vanidades…
Construcciones que nunca llegan a ser tan perfectas y autosuficientes
como lo sería en el medio adecuado cualquier árbol.
Pero las ciudades no generan vida: necesitan consumir vida para subsitir.
Se alimentan de humanos, todos extraños que no saben que las alimentan
y que inconscientemente deambulan a prisa por sus calles para darles sentido.
El progreso signfica asfalto en lugar de campo,
Rascacielos que esconden detrás un cielo estrellado.
Menos conciencias satisfechas que personas por kilómetro cuadrado.
Y sin embargo… siguen creciendo hasta juntarse unas con otras,
y llenan el agua con los productos de su digestión de humanos…
saturan el aire con sus gases que vuelan a todos lados.
Nada las detiene en su avanzar sobre pradera o montaña,
sobre río o sobre lago, todos fingen que no miran los tiraderos de basura sobre llanos.
Pobre mundo lleno de inocentes humanos!
Devorados por ciudades que los comen de un bocado.