Subo en voz, al blandir del rubio margen
blanco acero que en tu piel se deshoja
de mis años vividos, van y esparcen;
lapsos de vehemencia en mi seroja.
Quién te miró; será tenue su día
ya por siempre jamás, vuelve su barba
que muy copiosa abraza en su abadía
luz de procesión, que por su alma escarba.
Tus ojos son dolor, en noche antigua,
más oscuras y frías que la tumba
viva en su ser, apaga ella su vela
muerta; por la herida rancia y ambigua
de la colisión del mudo tarumba
que pintó de negruras la acuarela.
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John Morales Arriola