Señor …
Cuando presta me invada la agonía, y de mis ojos
yertos e infecundos , vaya extinguiéndose la aurora
de este mundo, sumiendo en la penumbra mi cerebro.
Cuando me agoten los fieros estertores, y de mi dulce
ayer no quede nada, solo vestigios amargos que
cabalguen oprimiendo nefarios mi garganta.
Cuando implacable consuma melancolía, el cumulo
de mis recuerdos más queridos , y horade en mi
conciencia su mórbida daga, evocando los más
oscuros y los más temidos.
Cuando una a una las palabras callen, y se detenga
mi corazón enmudecido, no temeré al difuso laberinto,
ni al tedio, ni a la brasa, ni al castigo, será tu gloria
inmortal mi guía eterna, y tu divina omnipotencia
mi destino.