Que caiga esa fina lluvia
como un mundo de habla entre cielo y tierra,
mientras sus gotas dan más luz a tu rostro
y bajo una infinita y blanca nube tu mirar se pierda.
Hilos de agua que irrumpen esa soledad
por un tiempo llegado a tus labios,
de rosada y natural frescura
que anhelan el beso para acabar con su frío.
A tu cuerpo, la lluvia atina sus efluvios,
posando en la distancia como mudez de sueño,
y figurativa, la noche es tu cabello mojado,
una fragancia, que solo la huele el alma;
y en mi mente te veo desnuda
como esas gotas que al caer nada visten,
entonces, la inocencia húmeda de tus manos
atrapan primero la lluvia, después, el mirar mío.