Bajo la mesa , como un cachorro asustado estaba yo , escuché tu grito en medio de mi dolor , me corrio por la sangre y el corazon una pena y amargura porque mis manos no eran bastante. Fué aquel mi primer deseo de matar.
Entre mis manos yasia un clavel , lo aprete tanto que se marchito en pedazos tras mi mano. Tanto odio me deslizaba por el alma de niño triste . Sangraba mi nariz , tras el fuerte puñetazo de la vida que se me habia asignado. En el suelo un angel herido, sus manos aun estaban calientes.
¡... No escuche aquella mujer dar su ultimo suspiro ...!
¡... No escuche al asesino arrepentido...!
Un par de plegarias por partes de algunos presentes , miradas tristes como diciendo \"adios niña , adios para siempre\".