Esas hojas que tú ves caídas
vistiendo aquel suelo angosto,
son apenas las sobras dolidas
de un amor que floreció en agosto.
El ramaje desnudo y opaco
que hoy ostenta el amor marchito,
fue, en su tiempo, afrodisiáco,
cautivador y bendito.
Lo que tú eres hoy, abedul frondoso,
lo fue mi amor algún día.
Igual creció esplendoroso
sabiendo que se marchitaría.
No por eso el dolor es menos
ni la vida se vuelve más ligera,
pues ya no hallo días plenos;
ya no hallo quien me quiera.