Detrás del empañado cristal,
el mar es un buen escenario,
donde la lluvia es el telón,
de un bello y gran decorado.
El agua abraza la hiedra,
reseca por el verano,
como un corazón de piedra,
que no se usa hace años.
Cuando suele morir la tarde,
tras un cielo anaranjado,
la felicidad es de papel
y te va dejando de lado.
Imagino a tus hijas reír
y chapotear entre los charcos,
y nos veo a ti y a mi...
encima de su tarta de barro.
Desde esta habitación
se puede ver el mar,
las gaviotas cruzan el cielo,
en un incesante volar.
Incluso a veces,
cuando la noche decora este lugar,
veo tus huellas en la arena
y yo no las puedo alcanzar.
Recuérdame...
cuando te moje la lluvia
y percibas el frío,
recuérdame...
en una gaviota solitaria,
que se ha quedado sin nido.
Seré el corazón que aguarde,
en tu pecho su espacio vacío,
para borrar todos los nombres
y quedarte solo con el mío.
Desde esta habitación
también se puede ver mi vida,
donde no hay barcos de papel,
que tengan hora de salida.
Ciega es la soledad,
si no alcanzas una mano,
componer una canción
sin teclas en el piano.
Búscame al cerrar los ojos...
donde sientas como te alcanzo,
como si fuera yo el viento
que va besando tus labios.